COMPETIR VS COOPERAR
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Dije que el anterior artículo era el último en el que hablaría de la diferencia entre palabras, este no es exactamente un “NO ES LO MISMO”, aunque voy a hablar de dos conceptos, dos actitudes capaces de mediatizar nuestra vida profesional y cotidiana, nuestro ser, nuestro equilibrio y muchas cosas más:
Dije que el anterior artículo era el último en el que hablaría de la diferencia entre palabras, este no es exactamente un “NO ES LO MISMO”, aunque voy a hablar de dos conceptos, dos actitudes capaces de mediatizar nuestra vida profesional y cotidiana, nuestro ser, nuestro equilibrio y muchas cosas más:
COMPETIR
COOPERAR
Me gusta pensar en los “CASTELLERS” o “LA MUXARANGA”, son
dos tradiciones en el PAÍS VALENCIANO y CATALUÑA, y más sitios, que consisten
en formar torres humanas coronadas, habitualmente, por un niño o niña. La
imagen que me evoca me lleva a la reflexión de que la persona que llega a la
cúspide del Castell o la muxaranga, la torre humana, vamos, necesita de la
cooperación de todo el grupo para alcanzar esa deseada cúspide.
Cooperación vs competición. Toda nuestra vida está marcada y
condicionada por la competición, desde pequeños nos educan para competir, que
no digo que esté mal, la competición está en nuestro ADN, es instintiva, sin
embargo, lo que está mal, es que se nos eduque en la competición y se olvide
educar en la cooperación, que también está en nuestro ADN, ya que somos un
animal que vive en manada.
Creo que me he metido en un jardín, porque este tema es muy
complejo y requiere de distintas disciplinas para no meter la pata, pero lo que
tengo claro es que yo ESCRIBO CON EL CORAZÓN y a veces el corazón dice cosas
que la mente no controla, también es cierto que lo que sale del corazón llega
al corazón. Soy artista, trabajo en un sector competitivo como el que más,
incomprendido por la ignorancia de muchísima gente, maltratado por esa misma
ignorancia, donde todo el mundo quiere ser el mejor aunque en su empeño haya
víctimas colaterales, quizás con más talento que él o ella. Paradójicamente, en
este trabajo, tan competitivo, necesitas de la cooperación de mucha gente. Creo
que los premios hacen daño a los cimientos del arte, pero esto es otra historia
(no descarto hablar de ella pronto), sólo déjame decir que yo cambiaría los
premios por reconocimientos. Yo no quiero premios, me gusta que se reconozca mi
trabajo (¡CLARO!), pero mi deseo es que me dejen hacer, crear, compartir mis
sueños hechos arte, sobre todo compartir, que el público los disfrute. Claro
que también ayuda a ese sentimiento competitivo el hecho de que el mercado es
muy limitado y eso lleva a querer ser el mejor, aunque dicho sea de paso, mejor
si tienes buenos padrinos, entonces importa poco que seas el mejor.
Como dice
un viejo dicho de mi tierra: “MÉS VAL CAURE EN GRÀCIA QUE SER GRACIÓS” (“MÁS
VALE CAER EN GRACIA QUE SER GRACIOSO)
Pero no nos desviemos y volvamos a nuestra senda.
Doy clases de teatro, tanto a profesionales como a
aficionados, principiantes y experimentados… y siempre debo empezar por el
arduo esfuerzo de separar a la persona de esa conciencia competitiva que le
hace centrarse más en cómo lo quiere decir, que en qué decir. Todo esto les
lleva a una frustración completa, porque condenados a buscar una forma (para
ellos) genial, atractiva, impresionante, no pueden bucear en ellos mismos,
encontrarse con la esencia de la creación pura, que es la esencia de lo
auténtico, de lo verdadero, no de lo impuesto, de lo imitado, del cliché, de
los lugares comunes… no dicen lo que ellos quieren decir, dicen lo que ellos
creen que los demás queremos escuchar, peor aún, de la manera en que ellos
creen que los demás lo queremos escuchar, empezando la casa por el tejado.
Saltándose las fases primarias de la creación, ese lugar, ese punto, ese
momento metadimensional en el que el tiempo y el espacio se difuminan, donde la
materia es energía, donde te encuentras con la “partícula de Dios”, la chispa
que prenderá y hará estallar el big bang de la creación artística, tiempo habrá
de buscar la forma, pero primero busquemos los contenidos y, en nuestro caso,
el contenido está en el texto teatral o en esa primera inspiración o en
nosotros mismos. Ese Bosón de Higgs, que en arte no es ni más ni menos que EL
DESEO. EL DESEO DE EXPRESAR, COMUNICAR, COMPARTIR…
Esa conciencia competitiva les lleva a buscar modelos de lo
que ellos creen que es lo correcto, pero no se tiene en cuenta una cuestión
fundamental: LO AUTÉNTICO ES INIMITABLE. Esa búsqueda de modelos los aleja de
sí mismos, de sus propios sueños y deseos, de su propia voz y los convierte en
seres poco interesantes, nadie quiere la copia si puede tener el original.
Además es muy frustrante esforzarte por imitar a alguien y no conseguirlo o que
te digan que ese no es el trabajo, no es lo que se espera de ti.
Recuerdo que una vez, trabajando con un productor sobre un
proyecto teatral para poder pedir unas ayudas, me dijo: “Todo sería más fácil y
ganaríamos puntos si te hubieran dado un premio”, a lo que contesté “Tengo una
medalla de oro por recoger monedas con la boca de una palangana de agua con
sal, ¿no sirve?” Mi mejor premio siempre ha sido la firma del siguiente
contrato… bueno y el aplauso del público.
Ser competitivo está premiado, está bien visto por la
sociedad. Pero la competición, igual que un superpoder, entraña una gran
responsabilidad. El espíritu competitivo en mentes desequilibradas puede crear
monstruos capaces de cualquier cosa por llegar el primero, hasta destruir a tus
contrincantes y a sus familias, como un energúmeno sin escrúpulos. El buen
competidor juega limpio y casi siempre pertenece a esa expresión pura de la
competición sana que llamamos deporte. El buen deportista es el que sabe ganar,
porque primero aprendió a perder.
La competición mal llevada hace feliz a una
persona o a unos pocos y frustra a todos los demás. Hay muchos ganadores que no
merecen el galardón, además algunos de ellos hacen trampas… ¡cuidado!
Competir es bueno, nos ha hecho evolucionar. ¿Qué es la
selección natural sino una competición por la supervivencia de una especie?
Pero, creo que la humanidad ha vencido a la selección natural, quizás sólo
hemos vencido una batalla, no la guerra y el día menos pensado acabemos
víctimas de esa selección natural. Realmente, comparado con la edad del mundo,
solo llevamos unos minutos en la Tierra y cada vez competimos contra menos
peligros o amenazas… bueno, quizás por eso competimos contra la peor amenaza:
nosotros mismos.
COMPETIR es necesario en muchos aspectos de la vida.
Emociona que tu equipo favorito sea campeón. Emociona ganar una partida de
parchís, o del Monopoli®. Crecer muchas veces conlleva competir… pero en otros
muchos aspectos de la vida la COOPERACIÓN nos llevaría mucho más lejos, mucho
más alto como “Els castellers” o la “Muxaranga”. Trabajar en equipo, todos
juntos, aunando esfuerzos, talentos y conocimientos en busca de ese bien común
que tanto se comenta actualmente. Sinceramente, pienso que muchos de los
problemas del mundo se solucionarían con menos competición y más cooperación
para que podamos ganar todos y no unos pocos.
Compite y gana, claro que sí, pero por tus propios méritos y
no con tretas, tácticas, subterfugios, y malas artes, o con la ayuda de los
poderosos, porque ganar no es lo importante, lo importante es participar y,
como reflexión final: Cuando un atleta gana una medalla o un equipo se erige en
campeón, existe obligatoriamente la suma de su esfuerzo, su talento, sus
capacidades y habilidades con las de mucha gente que ha hecho posible ese logro
incluido el de los hinchas y seguidores, como en nuestro caso, sin el esfuerzo
del público, sin la presencia del público, nuestro esfuerzo es inútil.
Cuando se abre el telón, el público no solo ve a los actores
y a las actrices sino el trabajo de todos los demás, desde el director o
directora hasta los acomodadores. Todos somos ruedas dentadas en este reloj que
llamamos mundo y mi movimiento hace que tú te muevas y al revés.
Por cierto, esta filosofía la encontrarás en ATELIER DEL DRAMA, una compañía teatral, que además propone una formación de calidad desde otro prisma,
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