DESPRENDIDOS

DESPRENDIDOS
Según el diccionario de la RAE: desinteresados, generosos…

Así deberíamos ser. Así somos. Desinteresados y generosos. Así me siento y así siento a los miles y millones de artistas capaces de dejarse la salud desinteresadamente y con una gran generosidad a la hora de hacer de este mundo un lugar un poco más feliz, a través de su arte. Un arte que cuesta y que, a veces cuesta mucho, porque cuando lo que cuesta es la salud, su precio es demasiado alto. Y ya no sólo la salud, sino: poner en juego tus propios sueños y tus propias aspiraciones. Cuando el arte se debate en un mar embravecido y tú eres un náufrago, sin ningún agarradero, sin ninguna tabla de salvación real… y entonces, para no ahogarte, para no dejar de hacer “eso de lo que tienes tanta suerte de poder dedicarte”, venderías tu alma al diablo… Pero ojalá, quien viniera fuera el mismo diablo, podríamos hablar cara a cara e incluso negociar y, por qué no, llegar a un acuerdo. Pero, no, quien viene a tenderte la pezuña no es el diablo, sino intermediarios, diablillos dispuestos a succionar tu talento, tu energía y tu salud… para, así, llenar sus bolsillos… de lo que tú ves una parte, cuando la ves, que no paga para nada tus noches en vela, tus miedos e inseguridades y sobre todo: Toda una vida de esfuerzo, porque, no nos equivoquemos, en cada trabajo nuevo inviertes todo lo aprendido, todo lo vivido y todo lo que queda por aprender y vivir.


Estos diablillos, muchos de ellos, además tienen mucho poder, el poder que les confiere una mesa, un despacho, una secretaria en una mesa, fuera, como una recepcionista que filtra quien entra y quién no… A veces, quien decide si tienes o no derecho a mostrar tu talento, es una administrativa, que quizás sepa mucho de esto o, tal vez, no. Afortunadamente no todos son así, pero los que son se hacen de notar, sobre todo en momentos de crisis como estos, en los que la cultura es un lujo y tú… ¿Quién eres tú? Un náufrago que se debate en un proceloso mar, oscuro como la boca de un lobo, agarrado a una tabla, desprendida del barco en el que navegabas y que esos diablos hundieron por razones variadas, numerosas, pero eficaces, tanto, que sólo una es suficiente para hundirlo.
Pero hay tantas historias que contar, tanto que decir desde un escenario, desde una pantalla, desde un papel o desde cualquier otro púlpito… hay tantos deseos de hacer feliz al público… pero esos diablos forman un muro entre tú y el público, la mayoría de veces… porque, sean productores, políticos, funcionarios, empresarios… a muchos de ellos, lo que menos les importa es el público… ¿Y tú? Tú no les importas nada.
Somos desprendidos y generosos y tragamos. Porque si no tragas, igual te hundes en el olvido y nadie cuenta contigo. Seguimos pasando noches en vela, transformando sentimientos en palabras, en imágenes… noticias en historias, en gritos, en rimas, en personajes… Porque te da asco lo que pasa con los políticos, porque te da miedo perder... lo que sea, porque te da rabia ver a gente que sufre, gente que huye, gente que pierde, gente que llora y gente que muere, esa gente a la que te gustaría hacer feliz, a través de tu arte… porque tienes la suerte de dedicarte a lo que te gusta… y la maldición de no saber gritar de otro modo que no sea desde el escenario, la pantalla, el lienzo, la piedra, el metal, el ordenador, con el aire de tus pulmones, encalleciendo tu cuello, tus manos, tus ojos, tu corazón, de tanto golpear, rasgar, soplar… Así que, amigo mío, antes de decirle a un artista la suerte que tiene de dedicarse a lo que le gusta, piensa en esto y en muchas otras cosas más que tú consideres, piensa que si él tiene la suerte de dedicarse a lo que le gusta, quizás tú tengas la mala suerte de no dedicarte a lo que te gusta… piensa en los sacrificios que ha hecho, que hace, que está dispuesto a hacer para poder dedicarse a lo que le gusta, sea actuar, tocar, pintar, esculpir, escribir, filmar. Piensa que no es sólo suerte, que a veces, no es ni siquiera suerte, sino “cojones”, “ovarios”, valentía, esa valentía que quizás te faltó a ti para poder decidir dedicarte a lo que realmente te gusta.
Somos desprendidos y generosos y las recompensas son impulsos para seguir, y no nuestro fin ni objetivo. Y te aseguro que es más numeroso el sufrimiento que la recompensa, que la lucha es dura y hay que respetar a la lucha y sobre todo al luchador. Te dediques a lo que te dediques y hagas lo que hagas, te guste o no, lo importante no eres tú, si no la persona o personas a quien dedicas tus esfuerzos, en mi caso: el público.

Hoy hace tres meses tuve un percance en un ojo
y tuve que suspender las funciones que iba a hacer en un teatro fantástico y te puedo asegurar que me fastidiaba más el hecho de no poder actuar que la posibilidad de perder mi ojo… somos así. ¡Y me encanta!


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